El emprendimiento en innovación en España
está afectado por males estructurales en nuestra cultura y en nuestra
organización social, empresarial y política que resisten tanto el paso de las
décadas como las oleadas de cambio tecnológico que están sacudiendo el planeta
y que impiden el desarrollo y el crecimiento del tejido empresarial basado en
la innovación.
Básicamente, los factores
clave de desanimo, que se oponen intrínsecamente al progreso y a la innovación
tecnológicos son:
- La desprotección social
del emprendedor
- El desestímulo
familiar, escolar y social
- La falta de
herramientas en la universidad para ser empresario
- Las pocas o nulas
ayudas que llegan de la administración
- La falta de
sensibilización de las instituciones financieras.
Un emprendedor de la
innovación es un profesional que desestima un puesto de trabajo convencional en
una empresa por crear su propio negocio a partir de su propia visión de un
nicho nuevo de mercado, decisión que le fuerza a ser autónomo, al no trabajar
por cuenta ajena, y que implicaba hasta hace poco a renunciar a la protección social que el subsidio de desempleo
proporciona. Si a este hecho le añadimos que el emprendedor tiene que invertir sus propios recursos o los de sus
familiares, el factor de riesgo se hace incalculable. Los teóricos planes del gobierno para estimular el emprendimiento mas que escasos han resultado insultantes.
El entorno familiar
también contribuye al desánimo del potencial emprendedor, ya que ningún padre desea la desprotección social
que genera el trabajo autónomo para su hijo, aunque éste haya sido el
estudiante de más talento de su promoción. Y es que hay mucho talento en
España, pero la mayoría de nuestros
estudiantes hasta hace pocos años querían ser funcionarios o trabajar en la “banca”.
Por ende, será extremadamente
raro que el alumno descubra a través de la propia universidad su vocación
emprendedora ya que fomentarla no está
entre las prioridades de la gran mayoría de nuestros centros
universitarios. Y si, pese a ello, un estudiante lo hace y decide perseverar en
dicha vocación emprendedora, le será difícil encontrar en su facultad los
conocimientos necesarios, dado el mínimo
peso que hasta hace poco tenían los estudios de emprendimiento e innovación en
los programas universitarios.
Para mas dificultar, si
cabe, la iniciativa innovadora en España, instituciones como CDTI, diseñan
(aunque cada año con mucho menor presupuesto) unos golosos productos
financieros, teóricamente indicados para proyectos de innovación (Préstamos
para la Innovación) con características espectaculares (menor interés, plazos
de carencia o largas amortizaciones) que se canalizan a través de la banca
convencional con las garantías correspondientes que siempre requiere la banca,
Por un camino u otro, el
resultado es que los proyectos innovadores, los cuales por definición son
escasamente compatibles con las garantías tradicionales que solicita la banca
(fondos propios, bienes inmuebles, etc.), no
reciben prácticamente nunca estos créditos preferenciales: los reciben las
sociedades que los pueden garantizar, esto es, las sociedades que se pueden
financiar con sus propios recursos, Paradójicamente, lo que se consigue es
abaratar con dinero público los créditos para aquellas sociedades que pueden
financiarse normalmente.
Si aún y así, a pesar de
los riesgos y dificultades que entraña
el emprender un proyecto innovador en España, el emprendedor se atreve, y, no
puede su proyecto devolver el capital prestado, el emprendedor a parte de
perder todas sus garantías, todo su tiempo y esfuerzo, se verá condenado al
ostracismo social y a que su nombre luzca en el cuadro de honor del Banco de
España, para que no se le ocurra volver a tener la audacia de hacer aquello que
el país necesita para salir de la enorme crisis en la que estamos sumidos, y
que es: crear empresas diferenciadas que tiendan a generar valor añadido y
empleo.
España no es un país
emergente, que pueda competir gracias a unos costes de producción bajos, ni
tampoco, es un país “emergido”, bien integrado en la familia de los países
tecnológicamente punteros. Desde el punto de vista de la innovación, los
españoles habitamos en una peligrosa tierra de frontera, en la que sólo los
individuos más fuertes y decididos pueden superar los factores de desánimo y
sobreponerse a los embates del
competidor, colonizando un espacio con su propio esfuerzo y sin esperar gran
cosa de la ayuda institucional.
Pero las fronteras son
también tierra de oportunidades, donde el hambre agudiza el ingenio, y contamos
con numerosos y bien formados profesionales que pueden revertir sus esfuerzos
hacia la innovación y la tecnología. No les desanimemos, ya que realmente, les
necesitamos..
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