martes, 15 de abril de 2014

La inmensa diferencia entre una "idea innovadora" y un "proyecto innovador"

Recientemente, tras la presentación en sociedad de la constitución de mi segundo vivero de proyectos de innovación (empresa en la que se estructura el proceso de conocimiento y contacto del emprendedor de un proyecto innovador con los potenciales inversores) me preguntaba un periodista:

¿Si tengo una idea innovadora, que hago?

La respuesta no estaba preparada, pero fue sincera y solemne:

-Si tienes una idea no tienes nada si no tienes un proyecto

- Si tienes un proyecto empiezas a tener algo, pero todavía no tienes nada si no tienes un plan de negocio.

- Si tienes un plan de negocio “bueno”, esto es: no un plan de negocio académico en el que el papel lo soporta todo, sino que tienes un plan en el que hay un mercado potencial estudiado que es capaz de adquirir tu producto o servicio al precio definido en el plan y en las cantidades definidas, si esto se conjuga con unos costes demostrables en el plan que generaran las rentabilidades propuestas en los flujos financieros, si demuestras que la inversión que necesitas será suficiente para la materialización de todo el proyecto, entonces lo que tienes es un gran problema si no dispones de un plan de financiación.

- Si dispones, además de lo dicho, de un plan de financiación, necesitas también de un plan de acuerdos con los accionistas, ya que si el proyecto es bueno, puedes correr el riesgo de que los “linces” del capital riesgo inviertan en él, pero debes proteger tu participación en los acuerdos ya que podrías perder todas tus acciones.

Probablemente este último comentario no sea del agrado de los inversores pero es cierto que este autor ha conocido algunos “buenos” proyectos que por el excesivo optimismo del emprendedor, al cabo del tiempo, los inversores por las cláusulas y los objetivos marcados en los acuerdos entre accionistas han acabado quedándose con casi el cien por cien de las acciones del proyecto, ¿porqué ocurre esto?

La respuesta es muy sencilla y tiene dos orígenes:

Por un lado en la mayoría de países exceptuando a los Estados Unidos, el peso que se da en la universidad a la formación en emprendimiento es mas bien escaso, las universidades lanzan al mercado laboral buenos técnicos, bien preparados, con sólida formación pero en muchas ocasiones con escasa preparación para afrontar la creación de una empresa, y menos todavía para afrontar un  proceso de financiación enfrentándose a los “linces” que gestionan los fondos de inversión de terceros.

Por otro lado, y como consecuencia en parte también de la falta de formación en la preparación de planes de negocio, el emprendedor, pese a poder tener un buen proyecto, tiende a ser excesivamente optimista, y esta es una tendencia natural, cree que hará a su proyecto mas atractivo para el inversor si reduce los costes en las previsiones, o prevé mayores ventas o las expresa antes de cuando realmente cree que se producirán, con el pensamiento de que persuadirá mejor al inversor, y este es uno de los mayores errores que comete el emprendedor ya que, consciente el inversor de esta debilidad del emprendedor y actuando sobre un plan de negocio que al fin y al cabo los hitos que en él se expresan han sido redactados por el emprendedor, pondrá como condiciones a la total materialización de la inversión la consecución de los objetivos marcados en el plan, y si no se consiguen, la aportación de acciones a cambio de la inversión deberá ser mayor, y este aumento crece en función de la desproporción en cuanto al objetivo incumplido.

En primavera de 2012 en Barcelona, en una reunión de presentación de proyectos a inversores para la captación de financiación hubo una buena presentación de un emprendedor que, con un buen proyecto estaba en una segunda ronda de financiación para la que buscaba otros 300.000 € suplementarios a los ya conseguidos en una primera ronda dos años antes.

Después de la exposición de su proyecto y ya en la ronda de preguntas, uno de los inversores asistentes le dijo: Yo a usted ya le vi hace dos años en otro foro de financiación  en que buscaba 300.000 € para su proyecto, y usted decía que dentro de dos años, esto es  “hoy,” usted estaría ya comercializando su producto, sin embargo hoy está usted buscando 300.000 € más.

 Ya no hubo mas preguntas en ese foro..., el caso es que el proyecto era muy bueno, y estoy del todo seguro, que el emprendedor en la primera ronda de financiación cometió el error mencionado antes, fue excesivamente optimista y pecó en defecto de financiación, y si hubiera buscado directamente 600.000 € en la primera ronda los hubiera conseguido igual que los 300,000 € que consiguió, ya que el proyecto era suficientemente cautivador..

A lo largo de mis post intentaremos también desvelar las claves no solo de hacer un proyecto de innovación atractivo al inversor, si no a defender con objetividad el proyecto no cayendo en los tópicos de los optimismos a ultranza que no hacen mas que entorpecer el buen desenvolvimiento del proyecto.

La idea es el punto de partida, solo eso      

  
Cadena de valor del proyecto emprendedor



 Asi pues, la estructura de la cadena de valor ejerce un magnetismo muy importante a la hora de atraer fondos para el proyecto

La valoración de la cadena de valor expresada en el gráfico está determinada por la experiencia de los distintos fondos de financiación tanto públicos como privados a los que ha tenido acceso este autor y que expresan que de cada cien ideas presentadas para buscar financiación solo el diez por ciento vuelven con la memoria de un proyecto, y de estos, el veinte por ciento vuelven posteriormente con un plan de negocio mas o menos en condiciones con lo cual los valores se adicionan en función del grado de cumplimiento de todos los parámetros analíticos descritos en la cadena de valor.

Así pues, si la idea solo representa el 10% del total del valor del proyecto, es obvio que a partir de ella hay que realizar toda la arquitectura del mismo para poder avanzar en el proceso de financiación.